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Concierto AmaZonas

Renata Rincón *

*Periodista 

En marzo del año pasado, Leticia vivió una experiencia musical que sacó a los habitantes de su rutina. Luego de una larga planeación por parte del Colectivo Jaguar, al departamento del Amazonas llegó un cartel de artistas de lujo.

En la frontera entre Colombia, Brasil y Perú estuvieron juntos el franco-español Manu Chao; los mexicanos Rubén Albarrán, de Café Tacvba, y Roco Pachukote, de La Maldita Vecindad; la chilena Moyenei Valdés, y los colombianos Chucho Merchán y Doctor Krápula, quienes concentraron la energía creativa de su más reciente álbum Ama-zonas para llamar la atención sobre las problemáticas sociales y de medio ambiente de la Amazonia.

Reunirlos a todos fue una tarea que hicieron los integrantes de la fundación Terra Nova y del Colectivo Jaguar, quienes han trabajado con los pueblos indígenas por más de quince años. Sin embargo, un concierto de este nivel requirió una producción que puso a prueba la paciencia en esta iniciativa. Después de muchos inconvenientes relacionados con la logística, no solo llegaron los artistas en distintos vuelos desde Bogotá, sino también, desde el mismo Amazonas, la Guardia Indígena y representantes de las etnias Tikuna, Kokama, Yagua y Uitoto, además de una comitiva de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, turistas y periodistas nacionales e internacionales.

Salvo el orden de las presentaciones, no hubo ningún libreto establecido. Cualquier fanático de los artistas internacionales hubiera cumplido su sueño, pues no había barreras de seguridad entre el público y la tarima. De hecho, algunos seguidores viajaron desde Bogotá porque sabían que se trataba de una oportunidad única. Llevar los equipos de producción y coordinar a todos los involucrados, a este lugar remoto, requiere esfuerzos humanos y económicos que no cualquiera está dispuesto a hacer.

A lo largo de la tarde de aquel sábado, sucedieron numerosos momentos memorables en este atípico evento. Ya caída la noche, llegó la hora del ídolo. El parque estaba lleno, la tarima estaba a dos metros de la primera fila, y la seguridad en manos de la Guardia Indígena de la Asociación de Cabildos Indígenas del Trapecio Amazónico (ACITAM), cuyo modus operandi era desconocido para los foráneos allí congregados.

La incertidumbre general era evidente. El estrés se notaba en los representantes de los músicos. También se le pidió a la prensa no tomar fotografías después de las tres primeras canciones; pero los periodistas sabían que allí no había reglas: estaban en medio de la selva, literalmente, dentro de otras formas de entender, ser y estar en el mundo.

A esto se le suma que parte de quienes viajaron, al principio, parecieron no comprender que no se trataba de una rumba en el Amazonas, sino de un evento activista, desconociendo muchas veces a quienes, como los pueblos indígenas, aprovechaban esta oportunidad única para hacer escuchar su voz.

No obstante, los músicos demostraron su profesionalismo y dieron un espectáculo de primera. Horas antes, nadie se hubiera imaginado a Rubén Albarrán, vocalista de Café Tacvba, poniendo play en su computadora para soltar la pista de algunas de las canciones de la banda mexicana más importante de las últimas décadas para cantar sobre estas, o a todos los músicos juntos saltando de la mano en actuaciones totalmente espontáneas.

Manu Chao se extendió por más de dos horas en su presentación. Los turistas saltimbanquis estaban en éxtasis, confirmando el cliché de que sus seguidores más fervientes aman los malabares y no andan pensando en dónde dormir ni si hay para comer, pero hacen lo que sea por disfrutar el momento.

Como acostumbra, Manu dio un repertorio en el que mezcla una canción con la siguiente sin detener la música e interpretando fragmentos de sus primeras creaciones, dándole gusto a los fanáticos de Mano Negra.

En la rueda de prensa que precedió al concierto, los artistas invitados leyeron el manifiesto redactado por el Colectivo Jaguar, en el cual se hacía una declaración pública para la protección de la selva, las semillas y la biodiversidad de la Amazonia, demostrándose así su compromiso. Una de las últimas canciones del repertorio fue la versión de ¡Fuera Monsanto!; canción original de los argentinos de Tierra Verde, que protesta contra la multinacional de productos químicos y comercializadora de semillas transgénicas.

En el encuentro con la prensa, las autoridades indígenas recordaron que durante las últimas tres décadas les habían impuesto un sistema de siembra que afectó la diversidad del cultivo. «Dicen que nos pueden traer desarrollo, pero en la práctica no es así», aseguraron en ese pequeño auditorio improvisado los representantes de ACITAM.

También se habló de los riesgos que para el Amazonas trae la explotación minera y todo lo que «los colegas artistas cineastas están logrando con la película El abrazo de la serpiente, junto con las comunidades creativas que lideran en este momento la difusión del trabajo que la sociedad civil hace para llamar la atención sobre la importancia del respeto a la selva y de su protección para la supervivencia de los seres humanos».

No obstante, como lo señaló la chilena Moyenei Valdés, «los verdaderos cambios necesitan un compromiso real con las causas activistas y no solo el de figurar cuando se hacen eventos como este. Muchos aparecen en la foto y luego se desentienden».

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